Lo que no se cuenta de la pastilla anticonceptiva: “Hay un 73% más de probabilidades de depresión”

Seis décadas después de su aparición, la píldora sigue generando preguntas, pese a que millones de mujeres la usan a diario

Unas pastilla anticonceptivas da un 73% más de probabilidades de depresión / FLICKR
Unas pastilla anticonceptivas da un 73% más de probabilidades de depresión / FLICKR

Hace poco más de medio siglo, una pequeña pastilla revolucionó el papel de la mujer en la sociedad occidental. Era 1960 cuando Enovid, el primer anticonceptivo oral aprobado en Estados Unidos, se lanzó al mercado. En un momento donde las mujeres apenas comenzaban a conquistar el espacio laboral y los movimientos por la igualdad de género daban sus primeros pasos, la píldora significó mucho más que un método anticonceptivo. Fue una llave para el control sobre el propio cuerpo, pero también una causa de profundas controversias.

Desde entonces, más de 100 millones de mujeres en todo el mundo han utilizado anticonceptivos hormonales. En muchos países, su acceso está garantizado por el sistema de salud pública; en otros, sigue siendo un bien inaccesible, cercado por tabúes religiosos, sociales o legales. Pero en todos los casos, la píldora es objeto de preguntas, investigaciones y debates que, más de seis décadas después, siguen sin resolverse del todo. ¿Qué riesgos conlleva? ¿Cómo afecta al cuerpo y a la mente? 

Del vinagre al laboratorio: la historia del control reproductivo

La historia de los anticonceptivos es también la historia de la creatividad femenina frente a la necesidad de controlar su fertilidad. En el Antiguo Egipto, las mujeres utilizaban una mezcla de miel y hojas de acacia como espermicida; en la Grecia clásica y en Roma, se recurría a esponjas empapadas en vinagre o jugo de limón. Estos métodos rudimentarios ofrecían más esperanza que eficacia.

Enovid, el primer anticonceptivo oral
Enovid, el primer anticonceptivo oral

Fue recién con la Revolución Industrial y el desarrollo del látex que surgieron métodos de barrera más efectivos, como el preservativo moderno o el diafragma. Pero el verdadero hito llegó en la década de 1950, cuando el biólogo Gregory Pincus y el ginecólogo John Rock, con el apoyo financiero de la activista Margaret Sanger y la filántropa Katharine McCormick, lograron desarrollar una pastilla capaz de inhibir la ovulación de manera eficaz y segura. Enovid no solo cambió el destino de millones de mujeres, sino también la estructura de las familias, la dinámica laboral y la sexualidad. 

Dos tipos de pastillas anticonceptivas

Hoy, las pastillas anticonceptivas han evolucionado. Las dosis hormonales son más bajas, los efectos secundarios se han reducido, y existen alternativas como los parches, los anillos vaginales, los implantes subdérmicos y los dispositivos intrauterinos (DIU). Pero la esencia es la misma; la manipulación de hormonas sexuales –estrógeno y progestágeno sintéticos– para prevenir el embarazo.

“Existen dos tipos de píldoras, las combinadas, que contienen estrógenos y progestágenos sintéticos, y las que solo llevan progestágeno, conocidas como mini píldoras”, explica la ginecóloga y obstetra Miriam Al Adib Mendiri. “En mujeres con determinadas condiciones médicas (como hipertensión, riesgo cardiovascular o antecedentes de trombosis) suele recomendarse la mini píldora, ya que conlleva un menor riesgo vascular”, añade.

La elección depende del del perfil 

“La elección del anticonceptivo adecuado depende siempre del perfil específico de cada paciente, aunque nuestra labor es ofrecerle todas las alternativas disponibles”, señala Mendiri. “Valoramos qué beneficios ofrece y qué posibles efectos adversos puede implicar cada método, y tomamos la decisión de forma conjunta. No es lo mismo prescribir un anticonceptivo para evitar un embarazo que para tratar un síndrome de ovario poliquístico. Cada indicación clínica puede tener distintas alternativas, pero siempre es imprescindible individualizar el tratamiento”, subraya.

La ginecóloga hace hincapié en la necesidad de evaluar cuidadosamente los factores de riesgo antes de prescribir cualquier anticonceptivo hormonal. “Si una paciente presenta migrañas con aura o antecedentes de enfermedades cardiovasculares, los anticonceptivos combinados están contraindicados. La elección debe fundamentarse siempre en una valoración clínica exhaustiva”, advierte. 

Los efectos secundarios con más riesgos

Entre los efectos secundarios más habituales de la píldora se encuentran las náuseas, las alteraciones en el flujo menstrual, la sensibilidad mamaria, el acné y los dolores de cabeza. Sin embargo, los riesgos menos frecuentes son los que despiertan mayor preocupación, entre ellos la trombosis venosa profunda, la embolia pulmonar, los accidentes cerebrovasculares y un posible aumento del riesgo de ciertos tipos de cáncer, como el de mama o cuello uterino, aunque los estudios disponibles aún no ofrecen conclusiones definitivas.

El ginecólogo José Martínez Más, director del Centro Integral de Atención en Ginecología y Obstetricia en Torre Pacheco, advierte de que los anticonceptivos no deben tomarse a la ligera ni utilizarse sin supervisión médica. “Se trata de un fármaco y, como tal, requiere prescripción adecuada y un seguimiento profesional”, sostiene.

Es como un zapato

“A veces no se trata de que la pastilla sea mala, sino de que no es la adecuada para esa paciente. Elegir un anticonceptivo es como elegir un zapato; no cualquier zapato sirve para cualquier pie”, señala Martínez Más. El ginecólogo destaca, además, en declaraciones a Consumidor Global, que métodos como los parches o los anillos vaginales, al no metabolizarse en el hígado, pueden resultar más seguros para determinadas mujeres, especialmente aquellas con factores de riesgo hepático o cardiovascular.

Pastillas anticonceptivas   WIKIMEDIA
Pastillas anticonceptivas / WIKIMEDIA

Martínez Más señala que, aunque los anticonceptivos no provocan enfermedades como la epilepsia, en mujeres con hemangiomas cerebrales o hepáticos pueden agravar condiciones preexistentes y desencadenar síntomas asociados. Además, advierte de que algunos anticonceptivos pueden suprimir la libido, según la composición hormonal del fármaco y el perfil específico de cada paciente.

Impacto psicológico

Más allá de los efectos físicos, la salud mental se encuentra en la encrucijada de la polémica. La psicóloga Saray Falcón Trejo sostiene a este medio que “el uso prolongado de pastillas anticonceptivas puede influir en la salud mental de algunas mujeres”. Cita un estudio de la Universidad de Uppsala que señala que las usuarias de píldoras combinadas “tienen un 73% más de probabilidad de desarrollar depresión durante los primeros dos años de uso”.

Falcón destaca que, si bien no todas las mujeres presentan efectos adversos, muchas refieren irritabilidad, cambios de humor y síntomas de ansiedad. Ante cualquier alteración emocional, la experta consultada recomienda buscar apoyo psicológico y someterse a una evaluación médica para valorar posibles ajustes en el tratamiento.

Un territorio poco explorado

Araceli Moreno, psicóloga y fundadora de la clínica Hana, denuncia una falta de estudios específicos sobre salud hormonal femenina. “Lo que suele pasar con estas pastillas es que reducen dos de las hormonas más importantes, que se relacionan con la serotonina, la hormona de la calma. Esto puede hacer que una mujer sea más susceptible al estrés o la tristeza”, señala. Moreno relata casos de mujeres que desarrollaron cuadros depresivos mientras tomaban anticonceptivos, mejorando tras dejarlos. “No se trata de causa-efecto, pero sí de un factor agravante que no siempre se tiene en cuenta”, concluye.

La psicóloga destaca que muchas pacientes no se sienten escuchadas cuando atribuyen su malestar a los anticonceptivos. “La salud femenina sigue siendo un territorio poco explorado, y eso debe cambiar. No podemos normalizar que las mujeres sufran efectos secundarios sin tener alternativas estudiadas”, critica.

Un abordaje integral de la salud femenina

Aunque la demanda de pastillas anticonceptivas se mantiene constante, según los expertos consultados en este artículo, cada vez son más las voces, tanto en el ámbito científico como en el social, que reclaman una investigación más rigurosa y un abordaje integral de la salud femenina. 

La planificación familiar no debería implicar la normalización del malestar ni la adaptación pasiva a tratamientos que no contemplen la complejidad biológica y emocional de cada mujer. Se requieren anticonceptivos seguros, eficaces y verdaderamente personalizados, que respeten las particularidades del cuerpo, la mente y el contexto vital de cada usuaria.