El consejo de Lola Índigo a la hora de escoger las prendas: "Lo primordial siempre es..."

La importancia del vestuario en los shows en vivo o cómo la imagen escénica potencia el mensaje de un artista y crea una experiencia visual inolvidable

El consejo de Lola Índigo a lo hora de escoger las prendas / Montaje CG
El consejo de Lola Índigo a lo hora de escoger las prendas / Montaje CG

En el universo del espectáculo, la imagen no es un simple accesorio: es un lenguaje silencioso que habla incluso antes de que suene la primera nota. La manera en la que un artista se muestra ante el público puede elevar su actuación, marcar la diferencia y dejar una huella imborrable en la memoria colectiva.

Lejos de ser solo una cuestión de apariencia, el look de un artista, incluyendo vestuario, maquillaje y peinado, es una declaración de intenciones. Es una extensión visual del mensaje que quiere transmitir, una forma de conectar con su audiencia más allá de las palabras o la melodía.

Lola Índigo: la reina en el escenario que diseña sus propios estilismos

Hay artistas que conquistan por sus canciones, y otros que lo hacen también por la forma en que se presentan al mundo. Lola Índigo es, sin duda, una de las pocas capaces de hacerlo todo. Desde su primer éxito Ya no quiero ná hasta la era actual de El Dragón, la artista granadina ha construido una identidad única donde la moda no es solo una herramienta, sino parte esencial de su narración escénica.

En su gira más ambiciosa hasta la fecha, Miriam Doblás —su verdadero nombre— ha elevado el vestuario a categoría de arte. Cada look cuenta una historia, cada tejido lleva cosido un fragmento de su evolución personal y artística. Y si algo deja claro desde el primer minuto es que nada en su estilo está dejado al azar. "Cada época tiene su color, su textura y su energía. Queríamos que se reconociera de inmediato a qué era pertenecía cada atuendo según fuera avanzando el show", confiesa.

De hechicera urbana a dragona de fuego

En el universo visual de Lola Índigo conviven la fantasía con el realismo urbano, el ritmo callejero con detalles teatrales... Recordemos las icónicas trenzas postizas que agitaba en el videoclip de su primer sencillo Yo ya no quiero ná.

Más tarde fuimos testigos de las uñas acrílicas, los tonos oscuros y misteriosos que elegía como mejor opción para La Bruja, al universo pastel y tierno de La Niña, hasta el rojo encendido y las siluetas poderosas de El Dragón, cada estética es una declaración emocional de intenciones. Y no es casualidad: "Personalidad. Esa es la palabra que define este show. Queríamos que al ver cualquier look, supieras que soy yo".

La moda como segunda piel (que también diseña ella misma)

Aunque colabora con diseñadores de renombre, es Lola quien imagina muchos de los diseños que lleva sobre el escenario. “La mayoría los dibujo yo misma”, revela con naturalidad. De hecho, trabaja codo a codo con su equipo para que cada prenda tenga el equilibrio perfecto entre impacto visual y funcionalidad. Porque además de cantar y emocionar, Lola baila con una intensidad que exige tejidos fluidos, cierres estratégicos y cambios de ropa en menos de dos minutos de reloj entre bambalinas.

Lo primordial siempre es que la comodidad y espectáculo tienen que ir de la mano”, explica. Nada sobra. Todo cumple una función. Incluso sus icónicos pantalones extralargos —que ocultan el calzado y estilizan el cuerpo en movimiento— o las botas altas que lleva casi siempre como símbolo de fuerza. “Nunca me verás con lentejuelas tiesas”, dice con decisión. No las necesita. Ya brilla ella.

Un vestuario pensado para contar historias

El último look del espectáculo, diseñado por It Spain, mezcla body y corset con un ajuste perfecto para que Lola se sienta segura y libre mientras lo da todo en escena. "Es la pieza más compleja del show. Lo vamos afinando hasta el último fitting, cuidando cada detalle", revelaba ante los medios. Su obsesión por el control creativo demuestra que Lola Índigo no solo interpreta una historia: la crea desde el primer boceto hasta el último aplauso.

Más allá de las luces, la música y las coreografías, lo que realmente distingue a Lola Índigo es su capacidad para convertir su imagen en una extensión de su arte. En un panorama donde muchas siguen el camino marcado, ella elige trazar el suyo con paso firme, botas altas y mirada decidida. Porque para Lola, cada era es una transformación... y cada transformación, un nuevo manifiesto de estilo.

Qué papel juega la moda sobre el escenario: el lenguaje más poderoso del show

La imagen escénica debe estar tan bien afinada como una orquesta sinfónica. Cuando los elementos visuales no dialogan entre sí, algo en el conjunto falla. Y el espectador lo nota, aunque no siempre sepa por qué. Al igual que cuando un plato mezcla sabores que no armonizan o cuando una canción desafina, el desequilibrio visual genera rechazo instintivo.

Lo mismo ocurre sobre un escenario: si el vestuario no encaja con el ambiente, la narrativa o la identidad del artista, el efecto puede ser desconcertante. El público, incluso sin formación en moda o estilismo, es capaz de percibir cuándo algo no fluye, cuándo una propuesta visual desentona con la energía del espectáculo o con lo que la figura proyecta en otras plataformas, como sus redes sociales.

El arte de vestir una historia

La coherencia estética es clave. Un look no es solo una elección de prendas bonitas o de tendencia: debe contar una historia, acompañar la música y reflejar la esencia del artista. La ropa, el peinado y el maquillaje se convierten en símbolos, en matices emocionales que amplifican la narrativa del show.

Por eso, cuidar la imagen en escena va mucho más allá de verse bien: se trata de construir un universo en el que todo —desde los tejidos hasta los tonos del maquillaje— trabaje en favor del mensaje. Cuando hay armonía, el público lo siente. Y ahí es cuando sucede la magia.