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Pasa de los 'intrusos' con estética griega: en qué fijarte para comprar queso feta auténtico

Los profesionales recuerdan que algunas marcas utilizan reclamos como ‘tipo feta’ o ‘estilo griego’ para desorientar al consumidor

Juan Manuel Del Olmo

Una ensalada con queso feta / PIXABAY

Si hay un producto griego que pueda codearse con su yogur en el Olimpo de los alimentos helenos, ese es el queso feta. Blanco como las viviendas de Mykonos, salado como su mar eterno, sencillo y estructurado como una columna dórica. Perfecto para las ensaladas estivales. Cuenta con una Denominación de Origen Protegida que garantiza la procedencia griega, pero algunas marcas intentan confundir al consumidor con un marketing muy creativo.

Gracias a estos señuelos, el queso a veces parece griego, cuando en realidad puede ser de Dinamarca o Alemania. Los expertos recomiendan no dejarse seducir por los cantos de sirena de las diferentes marcas y prestar atención a los sellos.

El queso feta tiene DOP desde 2005

Con la creación de la denominación de origen protegida (DOP) en 2005, la palabra feta quedó vetada para las empresas que no lo producían de verdad. Por eso, algunas llevan su marketing hasta el límite y presentan su producto en envases con una estética griega: colores azules y blancos, líneas rectas, imágenes de costas soleadas. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el queso Arístides, un nombre que suena más heleno que alemán, pero que, sin embargo, se produce en el país germano.

Aspecto del queso Aristides / EL CORTE INGLÉS
 
 

Arístides lo fía todo a una tipografía sin curvas y a una banda superior con la decoración de grecas, es decir, las típicas olas rectilíneas que podrían aparecer en un ánfora del siglo VI a.C. En el envase se lee “Hirtenkäse/ White Cheese”, pero no se hace referencia al estilo griego. Desde la Oficina Económica y Comercial de la Embajada de Grecia en España son conscientes de estas sutiles triquiñuelas y explican a Consumidor Global que el queso feta es “el emblema de las indicaciones geográficas griegas y significa, aproximadamente, un 10 % de las exportaciones griegas de alimentos, lo que justifica su excepcional reputación internacional”.

Un alimento con 2.000 años de antigüedad

Además, dejan claro que el sabor característico del queso feta “sólo es posible cuando las ovejas y las cabras pastan en los particulares campos griegos”, gracias a las plantas (con un 15 % de especies autóctonas) que comen los animales con los métodos de producción tradicionales. También resaltan que pocos alimentos pueden tener una historia de 2.000 años, pero cada vez que se consume auténtico queso feta se consume un queso “que fue tan común en la época de Homero y Alejandro Magno como lo es hoy en las ensaladas que preparamos en casa”.

Un plato con queso feta / UNSPLASH

Lejos de la brisa mítica del Egeo, en el centro de Madrid se ubica Poncelet, una tienda especializada en quesos. Entre las múltiples variedades que se venden en este santuario quesero también hay uno feta. En concreto, un feta grecque afinado en Tonneau que elabora la quesería Kissas, fundada en 1969. Adrián Martín, su responsable comercial, explica a este medio que las argucias de las marcas para trampear el nombre se ven mucho más en las grandes superficies. “Nosotros, al ser una tienda especializada, estamos mucho más expuestos a inspecciones, y agradezco que sea así. Se nos exige cumplir con ciertos estándares también a nivel moral”, explica.

Una media de 3 euros por 200 gramos

El responsable de Poncelet admite que las empresas que quieren vender feta como tal y no cuentan con la DOP, “los maquillan o colorean”. Esta variedad es un buen ejemplo, pero también sucede con el queso manchego. “Lo que hacen las empresas es indicar ‘estilo manchego’ o ‘queso de La Mancha’. Pero el de tetilla debe ser de tetilla y el de Idiazábal de Idiazábal”, arguye el experto. Con todo, cree que en su establecimiento el perfil del público es el de los “frikis del queso”, es decir, un nicho de mercado foodie y sibarita que sí es consciente de lo que consume. Y si busca feta, quiere feta con todas las letras.

“Pero luego hay otro tipo de cliente al que le da igual que tenga o no la DOP, que quiere su cuña de queso para el día a día, y si es por 2 euros mejor que por 3”, expone Martín. En el caso del feta, las diferencias de precio son notables. El de Poncelet es una delicatessen cuya porción de 250 gramos cuesta 7,49 euros. En los supermercados, 200 gramos de feta no bajan de los 3,30 euros. Es el caso de las marcas Dodoni, Salakis o Mevgal. Esta última luce en su envase la certificación de Agrocerti, la Green Mark, el sello de la DOP y otra medalla a la excelencia en el sabor que otorga el International Taste Institute.

Unas ovejas en Grecia / UNSPLASH

Mínimo un 6 % de grasa

Asimismo, en Mercadona existe un tarro de dedos de queso feta con DOP que cuesta 1,95 euros (150 gramos de peso escurrido). En cambio, los sucedáneos se pueden encontrar por menos. Es el caso del de Milbona, la marca de Lidl, que muestra el producto en una ensalada junto a una construcción blanca típicamente helena y un mar azul. En otros casos, se intenta que el nombre suene a griego, como en el caso del queso Athos, que se vende en Alcampo por 1,95 euros. A pesar del nombre, está fabricado en Alemania.

Desde la Embajada de Grecia en España defienden que el queso feta se elabora únicamente con leche de oveja y de cabra de razas autóctonas, “lo que le dota de su característico color blanco y de su ligero sabor picante”. Además, la leche que se utiliza para prepararlo “debe tener un contenido de materia grasa de, al menos, un 6%. El queso se puede preparar tanto a partir de leche pasteurizada como sin pasteurizar, pero nunca se añaden colorantes, conservantes, lacto-proteínas, sales de caseína ni leche condensada o en polvo”, enumeran desde la entidad. Así, si la etiqueta es sospechosa e incluye uno de estos ingredientes, ya se puede descartar.

La opción de Mercadona / MERCADONA

Énfasis en la profesionalización

Rubén Valbuena es el director de la Quesería Cultivo, un proyecto que lleva por lema “quesos con rostro” en el que ellos mismos son los productores. “Quesos con personalidad detrás de los cuales hay personas”, indica Valbuena a Consumidor Global. En Cultivo, donde se cuida al máximo la trazabilidad y la transparencia, también hay feta, pero Valbuena cree que los mayores ardides respecto al origen se dan en el queso manchego.

“En España llamamos manchego a cualquier cosa”, expresa este experto. A su juicio, a veces no es tanto una trampa evidente como un recurso de mercado que se deja pasar. Lo deseable sería, bajo el punto de vista de Valbuena, que el sector se profesionalizase más para ganar valor. “Cuando se llama Rioja a un tinto cualquiera, saltan las alarmas. El sector vitivinícola tiene cierto estatus que hace que la gente entienda, lo valore y lo respete”, opina Valbuena, que desea lo mismo para el quesero.

Queso feta / PEXELS

Comprobar la etiqueta

Por su parte, Adrián Martín considera que se podrían endurecer los controles. “Creo que se debería sancionar mucho más de lo que se sanciona, porque está en juego el trabajo de los queseros, que se levantan a las cinco de la mañana para producir su producto y pasan muchísimas inspecciones. Si para ellos las exigencias son tan notables, también debería ser para las empresas”, considera. No obstante, admite que jugar con los nombres no es ilegal. “Al fin y al cabo, si pones que un queso es ‘de la Mancha’ quizá sea cierto, no te saltas la ley”, expone.

Con el feta no ocurre no lo mismo. Sólo es feta si es griego, la denominación es el escudo de Perseo y la piel del león de Nemea. Desde la Embajada recuerdan que“los consumidores deben tener especial cuidado con productos de feta falsificados, comprobar la etiqueta y siempre elegir el producto original que les permitirá disfrutar y saborear todos los valores alimenticios superiores del queso de feta”.