Borja, dueño del bar Kiosko Universal en La Boquería: "Sobrevivimos gracias a la gente de Barcelona"

Borja Domínguez, tercera generación del establecimiento, explica a Consumidor Global cuáles son los orígenes de esta parada ubicada en el mítico mercado barcelonés

Borja Domínguez, tercera generación al frente del bar Kiosko Universal / SIMÓN SÁNCHEZ
Borja Domínguez, tercera generación al frente del bar Kiosko Universal / SIMÓN SÁNCHEZ

A las cuatro de la mañana, cuando Barcelona aún dormía, Benjamín Domínguez ya estaba detrás del mostrador de Kiosko Universal sirviendo cafés y bocadillos en La Boquería. Corría 1973 y aquel pequeño puesto del mercado barcelonés se convirtió en punto de encuentro para la farándula catalana y los noctámbulos de La Rambla.

Medio siglo después, su nieto, Borja Domínguez, mantiene vivo el negocio familiar. Hasta hace poco, también estaba su padre, Alfonso, quien se ha jubilado tras 51 años detrás de la barra. Ellos son los artífices de que Kiosko Universal siga siendo una parada imprescindible para turistas y locales que buscan pescado y marisco fresco. Consumidor Global entrevista a Borja Domínguez, tercera generación al frente de este negocio emblemático.

--¿Cuál es el origen de Kiosko Universal?

--Lo fundó mi abuelo en 1973. Trabajaba en Correos y en el bar de un cine, era un hombre pluriempleado. Venía a las cuatro de la mañana y se iba a las seis de la tarde. La clientela era gente de La Rambla, foco de cultura, flamenco, discotecas y bares. Por aquel entonces se ofrecían cafés con leche, carajillos, pastas y algún bocadillo, pero nada más. 

Kiosko Universal en La Boquería / SIMÓN SÁNCHEZ
Kiosko Universal en La Boquería / SIMÓN SÁNCHEZ

--¿Cuándo cambia el rumbo?

--En el año 1992 se celebran las famosas Olimpiadas. Eso abre Barcelona al mundo, sobre todo al turismo, y la ciudad se convierte en un nicho gastronómico. Comienza a venir gente extranjera con cierto nivel económico y mi padre decide arriesgar. En el año 1998, mi abuelo se jubila y mi padre, junto a sus dos hermanos, deciden apostar por el marisco, el pescado y la plancha, cosas que antes no habían tocado nunca. Fue un éxito. En 2013, tras acabar la universidad, es cuando empiezo a trabajar.

--¿Tenía claro que quería dedicarse al negocio familiar?

-- Sí y no. En el fondo sí, pero mi cabeza en ese momento me decía que no. 

--¿Estudió algo relacionado con este negocio? 

--No, porque esto no se estudia. Esto se aprende. Mi padre me ha enseñado los valores del esfuerzo, la dedicación y el sacrificio. He estado diez años a su lado y, poco a poco, iba haciendo más cosas. Hace nada, mi padre se jubiló tras 51 años trabajando y me dijo: 'Adelante, esto es tuyo'.

Productos frescos que cocinan en Kiosko Universal / SIMÓN SÁNCHEZ
Productos frescos que cocinan en Kiosko Universal / SIMÓN SÁNCHEZ

--¿Ser la tercera generación de un negocio con medio siglo de historia no es mucha presión? 

--No, porque yo esto lo he vivido desde pequeño. No es algo que me ha venido de adulto. Cuando estudiaba, venía directo aquí para comer al mediodía. Veía los problemas y cómo los gestionaban. Esto, más los diez años junto a mi padre, mis dos tíos y la gente que trabaja aquí desde hace 20 años… Más que presión es un orgullo

--¿Qué balance haría de estos 50 años? 

--Hemos pasado de trabajar a las cuatro de la mañana para hacer un café por 'x' pesetas, que mi abuelo las contaba al final del día y le decía a mi padre: 'Hemos de llegar a tantas pesetas para abrir mañana. Si no llegamos a estas, no abriremos'. Hemos pasado de eso al turismo y a la gente de Barcelona, que nunca la hemos dejado y nunca la dejaremos. Hemos pasado de un café con leche a un plato más elaborado con ciertos productos que están de moda. 

Varios comensales en Kiosko Universal / SIMÓN SÁNCHEZ
Varios comensales en Kiosko Universal / SIMÓN SÁNCHEZ

--Los barceloneses critican que La Boquería ya no es lo que era y que solo hay turistas, ¿cómo ve la situación actual del mercado? 

--Este debate es algo que mi padre lleva viendo desde que tenía 14 años. No es algo nuevo. Tanto mi familia como mis trabajadores siempre nos hemos dedicado al que venga. Nos llamamos Kiosko Universal porque universal quiere decir para todos. Como barcelonés, sí que es cierto que cuando vamos a un restaurante o local con mucha incidencia turística, a veces sientes como que no es tuyo, pero nosotros siempre nos hemos dedicado a cuidar a la gente de Barcelona. Darles ese plus de cariño y de confianza. También hay turistas que, aunque viven en Singapur, vienen cada año. Y no una vez, sino dos o tres. 

--¿Alguna vez os habéis planteado cerrar Kiosko Universal? 

--No, el único punto de inflexión fue la pandemia. Estuvimos cerrados unos meses, como todo el mundo. No había turistas. Por suerte, a la gente de Barcelona la hemos cuidado siempre y pudimos sobrevivir. 

Kiosko Universal en La Boquería / SIMÓN SÁNCHEZ
Kiosko Universal en La Boquería / SIMÓN SÁNCHEZ

--Lo vuestro es la cocina de mercado, pero ¿qué la hace diferente respecto a la de un restaurante al uso? 

--Con los años, se ha hecho bastante popular. La nuestra es una cocina de mercado más auténtica y original. Compramos, cocinamos y vendemos en el mercado. Originalmente, la cocina de mercado son platos de cuchara típicos de la zona, en este caso Cataluña, así como producto de proximidad sin tapujos, sin salsas y sin enmascararlo. Si yo compro una gamba, sabe a gamba. 

--¿Vais a por otros 50 años de Kiosko universal? 

--Hasta que el cuerpo aguante y también hasta que el mercado aguante, porque dependemos de él. Espero que nos ayuden y nos sigan ayudando, que miren por todos los comerciantes. 

--¿Le gustaría que le sucedieran sus hijos?

--No lo sé, no me lo he planteado. Tengo dos hijos, pero son muy pequeños todavía. 

--Pero si ellos no quisieran dedicarse al negocio familiar, tendría que desprenderse de él, ¿no?  

--Habría que ver cómo está el mercado y la ciudad en ese momento. Si alguien de la familia quisiera seguirlo con sus hijos o alguien externo... El caso que plantea ya sería en el final de mi carrera profesional, así que quizás sería la manera de cerrar un capítulo de mi vida y dedicarme a mi familia y a mí.