La librería madrileña que presta libros: “La vida siempre me devuelve mucho más de lo que doy”

La tienda de libros de segunda mano combina venta, préstamo y donación para facilitar el acceso a la lectura a personas mayores y colectivos vulnerables

La librería Tráfico de Libros / TRÁFICO DE LIBROS
La librería Tráfico de Libros / TRÁFICO DE LIBROS

Tráfico de Libros no destaca por su escaparate, ni por grandes ofertas, ni por novedades editoriales. No se comporta como una librería como tal, pues tiene su manera de entender el libro como un bien común. Vender, prestar o regalar, todo depende del lector.

El vínculo con los libros de Luz Serra, su fundadora, es de largo recorrido. En una entrevista con El País, menciona que su abuela fue alumna de Antonio Machado y su tía abuela formó parte de La Barraca, la compañía teatral impulsada por Miguel Hernández. No hay que forzar la genealogía, pero algo de eso ha terminado aflorando en este proyecto.

Si alguien no puede pagar, se presta

Serra comenzó acumulando libros en casa. Demasiados. En vez de almacenarlos o venderlos al peso, decidió abrir un espacio. Pero más que una librería al uso, lo que acabó montando fue una especie de microcentro cultural en el barrio madrileño de Lavapiés. Aquí se venden libros de segunda mano, sí. Pero también se prestan a personas mayores que no pueden comprarlos, o a cualquiera que los necesite. “Trabajo con la honradez de las personas desde el principio”, resume Serra.

 

El modelo es simple y funcional. Los libros provienen de donaciones o compras a mayoristas. Para fijar el precio, busca el más bajo en internet. Y si alguien no puede pagar, se presta. El criterio no es la edad, sino la necesidad. “Si alguien de 40 años no puede permitirse ni un libro usado, también entra dentro del acuerdo”, cuenta.

Tráfico de libros y un piano que cualquiera puede tocar

Lavapiés es el escenario ideal para una idea así. Un barrio denso, vivo, con población mayor, inmigrantes, estudiantes, trabajadores precarios y artistas. La librería funciona también como lugar de encuentro. Hay un piano que cualquiera puede tocar –sin pagar por ello– y por él han pasado desde niños que preparan exámenes hasta dúos líricos y músicos aficionados. El mantenimiento corre a cargo del mismo afinador que lo vendió, a cambio de lo que se recoge en una urna de donaciones.

El piano que puede tocar cualquiera en la librería Tráfico de libros   TRÁFICO DE LIBROS
El piano que puede tocar cualquiera en la librería Tráfico de libros TRÁFICO DE LIBROS

Serra, sin embargo, no idealiza el proyecto. Tiene claro que Tráfico de Libros se mantiene en pie gracias al apoyo de una comunidad consciente y a un canal de venta online que ayuda a cuadrar cuentas. Y aunque ha recibido mensajes de apoyo, también ha tenido que lidiar con críticas poco elaboradas -como aquel comentario que afirmaba que “solo hay libros comunistas”-. “La cultura, a algunos sectores, les incomoda. No por lo que hago, sino porque demuestra que se puede hacer”, responde.

Un equilibrio precario

La librería sobrevive –como casi todo proyecto con intención más cultural que económica– en un equilibrio precario. Las ventas online y la fidelidad de quienes entienden la lógica del lugar permiten mantenerlo abierto. “Hay días en los que no vendo nada”, escribió hace poco en sus redes. 

“He conocido a gente maravillosa que agradece mi compañía tanto como yo la suya, he prestado libros, han llegado donaciones, Luis ha venido a afinar el piano. La vida siempre me devuelve mucho más de lo que doy”, concluye Serra.