Es oficial: el producto que recomiendan los influencers y tienes que evitar según la ciencia
¿Quieres saber qué producto se ha vuelto viral en redes sociales gracias a Kim Kardashian? Los expertos no apoyan su consumo y alertan sobre sus posibles consecuencias

En la era de las redes sociales, donde lo íntimo se convierte en contenido y lo alternativo en tendencia, la placentofagia —el consumo de la placenta tras el parto— ha resurgido como una práctica rodeada de mitos, testimonios virales, figuras famosas y un debate científico que aún no encuentra consenso.
Comer la placenta: entre moda viral, creencias personales y advertencias médicas
La placenta es el órgano que, durante el embarazo, proporciona al feto oxígeno, nutrientes y defensa inmunológica. Después del parto, este tejido se expulsa y suele ser tratado como residuo biológico en la mayoría de los centros sanitarios. Sin embargo, algunas personas optan por conservarla y consumirla bajo distintas formas, ya sea cruda, cocida o encapsulada.
En el reino animal, muchos mamíferos —como roedores, carnívoros y primates— suelen ingerir la placenta tras el parto. Estudios han sugerido que este comportamiento puede aliviar el dolor y favorecer el vínculo con las crías. Pero en humanos, según una revisión etnográfica de 179 culturas contemporáneas, no existen evidencias que demuestren que comer la placenta fuera una costumbre extendida.
Kim Kardashian y sus pastillas de placenta: el altavoz perfecto a una polémica práctica
El auge mediático de esta tendencia se aceleró cuando figuras como la de Kim Kardashian hicieron público que había consumido su placenta en forma de cápsulas tras dar a luz. En su caso, el procedimiento costó alrededor de 250 euros e implicó deshidratar el órgano, pulverizarlo y encapsularlo.

En su aplicación móvil, la empresaria contó que buscaba prevenir la depresión posparto y mantener altos niveles de energía. "No me la comí como un filete, lejos de lo que muchas personas piensan que hice, sino que la consumí en cómodas píldoras", aclaró ante la prensa.
Una peligrosa práctica viral: el influencer que se comió la placenta cruda de su hija
Este tipo de testimonios ha contribuido a popularizar la idea de que la placentofagia es una opción natural y empoderadora para las madres en el postparto. Pero también ha dado pie a interpretaciones extremas que también atribuyen sus beneficios —en un acto de feminismo desequilibrado y algo obsceno— a los padres.
Un ejemplo es el del influencer argentino Lucas Gago, quien se grabó comiendo cruda y sangrante la placenta de su hija, asegurando que contenía los nutrientes esenciales que habían alimentado a su bebé durante nueve meses, por lo que nada malo podría traerle. El video generó una ola de reacciones, desde el asombro hasta la repulsión (confieso que yo fui de este club al ver semejante vídeo explicativo en su cuenta de Instagram), pero puso el tema en el centro de la conversación digital.
El lado médico: entre la falta de pruebas y los posibles riesgos
Desde la perspectiva científica, los beneficios atribuidos a la placentofagia carecen de evidencia robusta. Instituciones médicas como la Mayo Clinic y la Cleveland Clinic coinciden en que no existen estudios concluyentes que demuestren que el consumo de placenta incremente la energía, mejore la producción de leche o prevenga la depresión.

Por el contrario, los expertos advierten de los riesgos. La placenta puede contener bacterias, toxinas o metales pesados que se acumulan durante el embarazo.
Placentofagia y posible toxicidad para el organismo
La doctora Oluwatosin Goje, especialista en enfermedades infecciosas, señala que al ingerir placenta —ya sea cruda, cocida o encapsulada—, se podría estar introduciendo al organismo agentes nocivos que podrían afectar tanto a la madre como al bebé, especialmente si está lactando. ¡Qué decir tiene si se la come el padre!
En 2017, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos emitieron una alerta después de que un recién nacido enfermara por una infección atribuida al consumo de placenta encapsulada por parte de su madre. El caso reforzó la necesidad de controles más estrictos y regulaciones claras sobre estas prácticas.
El valor simbólico de la placenta: entre rituales naturistas y arte
Más allá del consumo directo, algunas personas resignifican la placenta con fines simbólicos. Es el caso de la influencer española Violeta Mangriñán, quien jugueteó con la idea de plantar un árbol usando la placenta de su hija, como un gesto espiritual y ecológico. Algo por lo que también fue muy criticada. "La placenta se la quedó el hospital, no la usará mi madre como abono", aclaraba, consciente de la polémica que habría levantado entre sus seguidores sus intenciones.

El auge de la placentofagia refleja un fenómeno más amplio: la búsqueda de formas alternativas de cuidado, el deseo de reconectar con lo natural y la influencia del testimonio personal sobre la decisión colectiva. Sin embargo, cuando lo viral sustituye al criterio médico, los riesgos aumentan. Aunque algunas figuras del entretenimiento defienden los beneficios de la placentofagia basándose en su experiencia, la ciencia mantiene su postura: se trata de una práctica sin respaldo médico y potencialmente peligrosa.