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Una paella con vistas: 5 restaurantes de la Costa del Sol que brillan por su cocina y ubicación
Desde el balcón de Europa de Nerja, hasta las playas de arena dorada con vistas a África del Campo de Gibraltar, pasando por Puerto Banús, por supuesto… Esta región bañada por el Mediterráneo también brilla por sus arroces
Bienvenidos al paraíso. Los 150 kilómetros de costa y playas de la Costa del Sol, término que fue acuñado a principios del siglo pasado por el empresario turístico austríaco Rodolfo Lussnigg para promocionar el litoral almeriense, aunque desde 1960 hace referencia a la zona que va desde Nerja hasta el Campo de Gibraltar, son una especie de mirador gastronómico andaluz donde comer deliciosos arroces (o pescadito) con unas vistas de ensueño.
“¡Qué jartá de mar que nos dimos!”, comenta la clienta de uno de los cinco restaurantes de la Costa del Sol, famosos por sus paellas, que os traemos para disfrutar de este típico plato español con los pies en la arena o en lo alto de una roca, acompañado de un Verdejo bien fresco o de un tinto de verano con mucho hielo, en compañía o con uno mismo, pero siempre con buenas vistas.
1- Chiringuito Los Tony’s (Elviria)
Al este de Marbella, en Nikki Beach, encontramos una de las mejores paellas de la Costa del Sol. La reconocerán por el precioso color rojizo de sus gambones y por la esbeltez de sus cigalas; la hacen con mimo, mucho savoir faire y éxito desde 1995; y sólo responde al nombre del chiringuito: Los Tony’s.
Cuesta 27,60 euros, se degusta con vistas a Marbella, Gibraltar y África, y cuenta con una amplia legión de fans. “Siempre vengo a comer paella aquí. He probado la de muchos lugares de España, y, para mí, la de Los Tony’s es una de las mejores”. Un buen arroz, música en directo, un atardecer más rojizo que los gambones sobre el ancho mar y ya estaría.
2- Rey Alfonso (Nerja)
Paseo Balcón de Europa (29780), Nerja, España. A veces, la dirección de un lugar habla por sí sola. El restaurante Rey Alfonso es eso, un marco incomparable, pero es mucho más que buenas vistas. “Tiene un gran servicio, una carta excelente con diversidad de platos a elegir y un precio ajustado por tratarse de una zona turística”, apunta Óscar, que ha tenido la suerte de visitarlo recientemente, en TripAdvisor.
Lo mejor de todo es que este restaurante, elegido Travellers’ Choice en 2022, apenas está anunciado con una pequeña carta en un rincón del Jardín de Europa, por lo que pasa bastante desapercibido a ojos del transeúnte despistado y no suele estar lleno.
3- Chiringuito Beach-Bar La Sal
Hay vida más allá de una paella exquisita. Por eso os traemos este chiringuito ubicado en un rincón privilegiado de la playa de la Sal, entre Sotogrande y Estepona, donde hacen un arroz negro delicioso.
“La Sal, un lugar donde disfrutar del entorno (vistas al mar espectaculares), de la gastronomía (un arroz negro inmejorable) y sobre todo del trato del personal”, apunta un cliente asiduo a este chiringuito. “Es nuestra parada obligada de cada verano”.
4- La Bocana (Puerto Banús)
El mejor sitio para comerse un arroz en Puerto Banús es La Bocana, y no lo decimos nosotros, lo dicen Tripadvisor y el entusiasmo de los comensales que han pasado y disfrutado de su paella de bogavante (62 euros) o de la paella especial de marisco (37 euros). Ambos precios son para dos personas.
“Hemos recorrido unos 200 kilómetros desde Motril a Puerto Banús para comer expresamente aquí. Es una locura”, opina Miguel Ángel. Si os animáis a ir, preguntad por Rafa ‘el gaditano’. Es el alma de La Bocana y tiene a toda la clientela enamorada.
5- Chiringuito La dolce vita (Marbella)
En un lugar de la Costa del Sol, entre arena blanca y tumbonas en la playa, desde hace años cocinan unas paellas riquísimas y unos espetos para chuparse los dedos por un precio muy económico.
Algunos dicen que estar en el Chiringuito La dolce vita “es como estar en casa, además de que todo lo de la carta está buenísimo”, pero lo cierto es que comerse un arroz en este emplazamiento privilegiado viendo atardecer debe de ser lo más parecido al paraíso. Tomarse un tiempo. Comer bien. Sin prisa. Con la brisa en el rostro. En buena compañía. Y entregarse al saludable hábito del chiacchierare. La charla de la sobremesa veraniega. Vivir, al fin.
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