Viajar a la Antártida, el nuevo lujo de moda: esto es lo que cuesta un crucero al continente blanco
Explorar esta tierra helada no está al alcance de cualquiera pero, pese a ello, la demanda para visitarla no ha dejado de aumentar durante los últimos años superando los 100.000 visitantes en 2024

Durante décadas, la Antártida ha sido un destino reservado para científicos y militares. Sin embargo, en la actualidad los cruceros de lujo han convertido el continente blanco en el nuevo destino soñado por los viajeros más exclusivos.
Icebergs imponentes, colonias de pingüinos, ballenas surcando aguas gélidas y paisajes que parecen de otro planeta. La experiencia promete aventura y exclusividad en un entorno salvaje que hasta hace poco parecía inalcanzable.
¿Cuánto cuesta un crucero por la Antártida?
Pero los cruceros a la Antártida no son aptos para todos los bolsillos. Parten principalmente desde Ushuaia (Argentina) o Puerto Williams (Chile) y combinan exploración y confort en expediciones que superan, con creces, los 10.000 euros por persona.
Clara Estrems, comunicadora experta en turismo, explica a Consumidor Global que los precios pueden ir desde los 8.000 euros si se trata de un buque antiguo de expedición en habitación con baño compartido a los 20.000 euros en un crucero "o 100.000 dependiendo del tipo de habitación dentro de ese crucero".
El gran atractivo: descubrir el rincón más inhóspito del planeta
A la majestuosidad de las grandes montañas heladas, hay que añadir las comodidades de alto nivel que ofrecen los cruceros por la Antártida. A bordo de embarcaciones como el Silver Cloud de Silversea, los pasajeros disponen de suites con ventanales al océano, restaurantes de alta cocina, spa, piscina y gimnasio. Pero el verdadero lujo está en las actividades fuera del barco.
Las excursiones invitan a conocer pingüineras, avistamiento de ballenas, leones marinos o focas, entre otras especies. También se realizan aproximaciones en zodiac a glaciares, icebergs y témpanos "e incluso visitar la oficina de correos más austral del mundo desde donde es posible incluso enviar una carta (la antigua base A británica)", añade Estrems. "Los jefes de expedición suelen ser científicos, biólogos y profesores de universidad", agrega.
Una reserva con dos años de antelación
Los viajes turísticos a la Antártida solo se pueden realizar entre noviembre y marzo, cuando las condiciones climáticas permiten la navegación. La travesía dura un mínimo de 10 días, ya que cruzar el temido Paso de Drake desde Ushuaia o Puerto Williams requiere casi 48 horas.
Además, estos cruceros turísticos solo pueden albergar a unas 300 personas. Teniendo en cuenta estas condiciones, "la demanda de plazas es mucho más elevada que la oferta y suele ser necesario reservar el viaje con casi dos años de antelación", indica Estrems.
En pleno auge
La Antártida está protegida por el Tratado Antártico. Esto significa que los cruceros deben seguir normas muy estrictas: solo pueden navegar por zonas autorizadas y no se permite que los turistas duerman en tierra firme. Además, los desembarcos están limitados a grupos de 100 personas en puntos específicos para proteger la fauna y la flora.
Pese a las restricciones, el turismo en la Antártida no ha dejado de crecer en los últimos años. En la temporada 2019-2020, el continente recibió más de 70.000 visitantes por primera vez. En 2022-2023, la cifra subió a 105.000 y en 2023-2024 alcanzó los 125.000, según datos de la Asociación Internacional de Operadores Turísticos de la Antártida (IAATO, por sus siglas en inglés).

Poco sostenible para el planeta
Aventurarse en un crucero por la Antártida es mucho más que un simple viaje de lujo. Es una experiencia única que fusiona exploración, naturaleza y exclusividad. Sin embargo, el creciente turismo en el continente helado no cuenta con el visto bueno de todos los científicos.
Además del impacto ambiental que este tipo de turismo puede generar, el creciente número de visitantes plantea una incógnita sobre su sostenibilidad a largo plazo. Por ahora, quienes tienen el privilegio (y el dinero) de pisar este territorio se llevan consigo el recuerdo de haber visitado uno de los últimos paraísos vírgenes del planeta.