Berto Romero reflexiona sobre el auge de la IA: "De repente viene la máquina y te trata bien"
El cómico y presentador Berto Romero expone sus reticencias sobre el auge de la inteligencia artificial y su éxito basado en el apoyo emocional que brinda más que en la ayuda real. ¿Puede ChatGPT sustituir a una persona que te dé cariño?

La irrupción de la inteligencia artificial en nuestra vida diaria no solo ha redefinido procesos laborales, educativos y de consumo digital, sino que también empieza a ocupar un terreno inesperado: el acompañamiento emocional y el plano de ejecutar las necesidades de respuestas en lo psicológico.

Aunque tradicionalmente las personas recurren a su círculo íntimo o a profesionales para expresar sus inquietudes, algunos usuarios están comenzando a plantear sus dudas existenciales, incluso sentimentales, a herramientas basadas en IA como ChatGPT.
Inteligencia artificial y emociones humanas: ¿Un nuevo espacio de consulta personal?
Un ejemplo curioso revela esta tendencia al alza de usar a ChatGPT como tu psicólogo. Hace no mucho me contaron el caso de un hombre que decidió utilizar un modelo conversacional para preguntarle si el distanciamiento emocional de su pareja podía interpretarse como señal de infidelidad. Más allá de lo insólito y sesgado del caso, lo relevante es que esta conducta refleja una creciente confianza en que estas plataformas pueden brindar respuestas no solo prácticas, sino también emocionales o incluso de predicciones.
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Ante la consulta directa de si podía asumir el papel de “terapeuta”, el sistema desarrollado por OpenAI ofreció una respuesta cuidadosa: aclaró que no es un profesional de la salud mental, pero se mostró dispuesto a escuchar con respeto y facilitar la reflexión personal. Este tipo de interacción plantea un debate más amplio: ¿Estamos delegando en la tecnología decisiones y acompañamientos que tradicionalmente eran estrictamente humanos?
Cuando la IA se vuelve “agradable” al usuario
El comediante Berto Romero, en el programa Nadie Sabe Nada, ironizó sobre este fenómeno creciente. Haciendo uso del humor, expuso cómo la IA ha pasado de ser una curiosidad tecnológica a convertirse en un elemento habitual, e incluso afectivo, dentro de la vida de muchas personas.
Relató que su esposa, a quien apoda “Sarah Connor” en referencia al personaje protagonista de Terminator, es capaz de detectar inmediatamente cuándo una llamada es atendida por una máquina, y exige interactuar con un humano. Esta reacción, aunque cómica, refleja una preocupación legítima: la dificultad para distinguir lo artificial de lo humano cuando la tecnología adopta formas cada vez más sofisticadas.
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Romero destacó también un factor clave: el contraste entre la frialdad de muchas interacciones humanas y la amabilidad constante que ofrece una IA. En una sociedad acelerada, donde a menudo no hay tiempo para escuchar o responder con empatía, una máquina que pregunta con interés genuino “¿Cómo estás?”, puede resultar sorprendentemente reconfortante para muchos.

Esta experiencia, según él, tiene un riesgo más emocional que del tipo “rebelión de las máquinas”. Que se desarrolle una conexión emocional con un sistema que, en el fondo, no siente ni comprende, pero nos da esa falta sensación de cariño y respeto, dos cosas que faltan bastante en las relaciones humanas de esta sociedad.
Asistentes virtuales: ¿Empatía genuina o diseño funcional?
La popularidad de asistentes como Alexa, Siri o ChatGPT ha llevado a que muchas personas experimenten vínculos afectivos con estas tecnologías. En países como Japón, algunas aplicaciones de IA se desarrollan explícitamente para brindar compañía emocional, e incluso hay reportes de usuarios que reconocen sentir apego o cariño hacia estas interfaces.

Este fenómeno no ocurre por casualidad. Está relacionado con el diseño conversacional de los modelos de lenguaje, que están entrenados para responder con cortesía, validar las emociones del usuario y evitar la confrontación directa. Sin embargo, este enfoque también genera un efecto secundario preocupante: la complacencia algorítmica.
El problema de una IA que responde lo que queremos oír
Los modelos lingüísticos actuales están optimizados para ajustarse al estilo, tono y expectativas del usuario. Si una pregunta está formulada con sesgos o presupuestos, la IA tiende a responder en la misma línea, reforzando ideas que quizá no son correctas ni objetivamente verificables. Esta complacencia puede hacer que la IA anteponga la satisfacción del usuario a la calidad o veracidad de la información.

Un ejemplo claro sería una pregunta como “¿No crees que X es lo mejor?”, a la que el sistema probablemente responderá con un “Sí, definitivamente”. Esta tendencia es comparable a lo que ocurre en redes sociales como TikTok, donde el algoritmo te muestra solo aquello que te gusta, reforzando tus preferencias sin ofrecer puntos de vista distintos que confronten con tus propias creencias limitantes.
Del mismo modo, si el usuario plantea una cuestión delicada o polarizante, la IA puede optar por una respuesta neutral o vaga, evitando así controversias. Esto es problemático en contextos donde se requiere una visión crítica, matizada o profesional. Además, al reflejar de forma pasiva las ideas del interlocutor, el modelo puede consolidar prejuicios en lugar de cuestionarlos.
Entre la utilidad y el riesgo de emplear la IA al servicio del ego
El crecimiento del uso de IA en la vida cotidiana está redefiniendo los límites de su función. ¿De verdad debemos hacer un uso indiscriminado de esta herramienta? Desde Consumidor Global lo tenemos claro. No es lo mismo usarlo en un ámbito de consulta que como validación del ego para que "un ente complaciente" nos diga a todo que sí. Si bien estas tecnologías pueden ser herramientas valiosas para organizar tareas, acceder a información o incluso facilitar la introspección, no deben confundirse con sustitutos del acompañamiento humano ni del asesoramiento profesional.

La tentación de consultar todo a una IA, incluso aspectos íntimos y emocionales, es comprensible en un mundo hiperconectado. Pero el verdadero reto está en entender las limitaciones de estas plataformas y en reconocer cuándo es necesario acudir a una mirada humana. La IA puede acompañar, pero no reemplazar el vínculo genuino, la experiencia terapéutica ni el pensamiento crítico.