Qué hay detrás del golpe de la gripe aviar: hablan los economistas, ecologistas y productores
Los expertos diseccionan la crisis que encarece la proteína más accesible, genera tensiones entre productores y consumidores, evidencia los límites del etiquetado y reabre el debate sobre el modelo productivo
El fantasma de la gripe aviar –cíclico, recurrente y a menudo invisible para el ciudadano– vuelve a recorrer Europa y, con él, aumenta la factura que paga el consumidor. Ante un escenario de riesgo elevado por el subtipo H5N1, el Gobierno ha decretado el confinamiento obligatorio de todas las aves de corral criadas al aire libre en territorio nacional.
En el último brote, cerca de 2,5 millones de gallinas ponedoras han tenido que ser sacrificadas en España, lo que supone alrededor del 5% del censo total, según confirma a este medio la Federación Española de Empresas del Sector de la Producción de Huevos y Ovoproductos (Federovo). El titular no es solo el virus; detrás late una crisis multifactorial con un síntoma inequívoco: el precio.
Responsable directo de la subida del precio del huevo
"Es el precio que más ha subido desde el 1 de enero de 2020 al 31 de octubre de 2025 de los alimentos", califica el economista y colaborador de Consumidor Global, Gonzalo Bernardos. "Hay que tener claro que el margen entre el precio en origen y el de destino no ha subido, sino que ha bajado. Esto significa que la cadena de transformación, distribución y venta no es la responsable directa del encarecimiento actual, sino que la subida se concentra en el origen", afirma.

Para Bernardos, el supermercado sabe que el huevo es un producto "gancho", vital para familias de bajos ingresos, y por ello han contenido sus márgenes. "A diferencia del aceite de oliva, que puede almacenarse esperando mejores precios, el huevo no espera. El huevo es un producto fresco. Su capacidad de especulación es casi nula por su caducidad. No se pueden retener en almacenes", subraya el economista. "Es una subida que responde a una escasez extrema. Y esa escasez extrema se acabará cuando la gripe aviar finalice", sentencia.
"El huevo no se puede convertir en un alimento de lujo"
El economista y director del máster en Comercio y Finanzas internacionales de la Universidad de Barcelona, Emili Vizuete, explica la reacción en cadena. "Se han tenido que sacrificar aves y eso supone menos oferta. Los productores, ante esa bajada de la oferta disponible, suben el precio".
La pregunta que sobrevuela las mesas españolas es cuándo terminará esta pesadilla. "Desde el punto de vista económico, se espera que los precios de los huevos vuelvan a bajar cuando se restablezca la oferta. España es el tercer mayor productor de huevos de la Unión Europea, lo que garantiza una capacidad productiva alta. Por ello, no se puede convertir el huevo en un alimento de lujo", argumenta Vizuete. Actualmente, los precios en algunas cadenas han llegado a los cinco o seis euros la docena.
"El sector está tranquilo"
"Cuando las gallinas regresen a los corrales y se reabran los ciclos de producción, la oferta se equilibrará nuevamente. En términos generales, se calcula que los productores podrían normalizar la oferta en unos cuatro o cinco meses, una vez finalice el brote", explica el economista.
Por su parte, Federovo traslada a Consumidor Global que "el sector está tranquilo" y que las previsiones son buenas, aunque se mantienen cautos y señalan que "la normalización de la oferta puede tardar entre seis meses y un año".
La prioridad es garantizar el abastecimiento nacional
"En este momento, la prioridad es garantizar el abastecimiento nacional. España es 120% autosuficiente en huevos y habitualmente exporta alrededor del 20%, principalmente a la UE, lo que permite ajustar temporalmente las exportaciones para priorizar el mercado interno en períodos de tensión", explica Federovo.

"Se han aplicado las medidas pertinentes y, aunque la influenza aviar aparece cada año con diferente intensidad, la situación actual está controlada. Las granjas españolas cuentan con protocolos internos muy avanzados y con altos estándares de bioseguridad. En realidad, el punto más sensible suele encontrarse en las aves de autoconsumo, que dependen en mayor medida de la gestión individual de cada propietario", comentan desde el sector a este medio.
¿El fin de la proteína barata?
Mientras se atraviesa esta crisis, tal y como señala Vizuete, queda en evidencia la fragilidad del poder adquisitivo en España. El pollo y el huevo son históricamente las proteínas baratas de refugio. Cuando sube la ternera, la gente come pollo. Pero, ¿qué harán los consumidores si sigue subiendo el precio? "El incremento de precios de alimentos básicos como huevos, patatas o arroz impacta con mayor fuerza en las rentas más bajas, que no han visto aumentos salariales equivalentes a la inflación alimentaria", declara.
"La consecuencia es un desplazamiento hacia opciones más económicas y procesadas, con menor valor nutricional. Esto limita la capacidad del consumidor de acceder a productos de calidad, pese a su deseo de optar por opciones más saludables", reconoce. Pese al encarecimiento, sus niveles de consumo, incluso, han aumentado. Cristian Castillo, profesor de logística, producción y operaciones de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), señala que "el consumo de los huevos en España ha aumentado en torno a un 10,9% en los últimos 15 años" y solo en el último año "se ha incrementado un 4,2% más". Según los datos de Federovo, el consumo de huevo en el hogar ha aumentado un 17% desde 2019.
La gran mentira de la gallina feliz: la etiqueta del huevo campero
Mientras los precios y el consumo suben, la calidad del producto vive una realidad paralela. La obligación de confinar a las aves ha provocado que las gallinas que deberían estar al aire libre estén encerradas, pero sus huevos se siguen vendiendo bajo la etiqueta premium de "camperos". De hecho, el Reglamento europeo 2023/2465 fija para los huevos de gallinas camperas que si hay "restricciones temporales con arreglo a la legislación de la Unión, los huevos podrán comercializarse como camperos a pesar de dicha restricción".
"Si no se puede demostrar o certificar que realmente la marca, el adjetivo campero, realmente corresponde a una gallina que ha estado en el exterior, pues sería un engaño", matiza Castillo. Aunque la normativa permite mantener la denominación temporalmente "lo que no se puede es vender como campero, algo que realmente no lo es".
Un sobreprecio "injustificado"
Gonzalo Bernardos es aún más directo en su consejo al consumidor: "El que compre un huevo campero que sepa que está comprando un huevo normal y, por lo tanto, que está pagando un sobreprecio". Para el economista, durante este confinamiento forzoso, "la diferencia de precio deja de justificarse por su calidad". "Como consumidor, ahora no compraría el huevo campero", remarca.

Cadenas como Mercadona ya han movido ficha ajustando su surtido para evitar vender como campero algo que no lo es, pero el mercado sigue lleno de zonas grises. ¿Se justifica pagar más por un bienestar animal que, temporalmente, no existe? Para todos los expertos consultados en este reportaje, la respuesta es no: fuera del contexto de emergencia, "no hay nada que justifique mantener esos precios".
Qué dicen los ecologistas: "Un virus con armas"
Más allá del precio y el etiquetado, la gripe aviar ha reabierto el debate sobre la viabilidad del modelo de ganadería intensiva. Desde Federovo aseguran a este medio que "la seguridad alimentaria del huevo español está garantizada bajo el Modelo Europeo de Producción, el más exigente del mundo" y que los contagios provienen de la fauna silvestre, siendo un problema ajeno a la estructura de las granjas. Según sus datos más recientes, desde el 18 de octubre no se han registrado nuevos focos.
Pero para Luis Ferreirim, responsable de agricultura de Greenpeace, la industria no es una víctima, sino un amplificador. El ecologista describe la gripe aviar como "un virus con armas" y señala a las macrogranjas como las verdaderas culpables. "Tener muchos animales en poco espacio, con poca diversidad genética y sistemas inmunológicos deprimidos, crea el caldo de cultivo perfecto", declara.
"Un modelo que está fallando"
Ferreirim insiste en que la homogeneidad genética y el hacinamiento hacen que cualquier contagio pueda convertirse en una catástrofe. "Una de las explotaciones más grandes tenía 760.000 gallinas ponedoras. Imagina lo que supone eso para la propagación del virus en su interior", apunta.
Además, cuestiona la idea del confinamiento total como solución infalible. "Aunque se diga que están completamente confinadas, no es cierto. Existe interacción con el medio, pues las propias explotaciones sacan los excrementos, que pueden contener una elevada carga vírica", asegura.
A su juicio, el modelo actual está fallando incluso bajo sus propios objetivos. "No solo se está quedando corto a la hora de ofrecer alimentos baratos… Se está tirando piedras sobre su propio tejado", critica el ecologista, quien recuerda que, desde Greenpeace, piden abandonar progresivamente la ganadería industrial. "Sabemos que es un proceso, pero el primer paso es reducir la cabaña ganadera; no solo por lo que estamos viendo ahora, sino por todos los impactos ambientales que este sistema está generando en España y en el resto del planeta", explica.
Disparidad de opiniones respecto al modelo
En cambio, Vizuete contradice al ecologista. "No estoy de acuerdo con que el problema sea el modelo de granja industrial en sí. La realidad es que cada vez somos más personas en el mundo y necesitamos producir más alimentos. No hay otra alternativa que aumentar el tamaño o la cantidad de explotaciones", argumenta.

"De hecho, el cambio de modelo hacia sistemas donde las aves tienen más bienestar –más espacio, luz natural y movimiento– ha incrementado ese riesgo de contacto con aves silvestres. Este modelo se impulsó para mejorar las condiciones de vida de los animales, pero tiene efectos colaterales, como la transmisión de virus", defiende el economista. "Cuando aparece un foco, se sacrifican todas las aves de la explotación como medida sanitaria, lo que agrava el impacto", añade.
La factura ambiental: incineradoras y fosas
Lo que sí está claro es que esta crisis deja también una huella tangible y ambiental. "Estamos sacrificando e incinerando materia orgánica, lo que incrementa la contaminación atmosférica y eleva el riesgo de filtraciones a los acuíferos", advierte Ferreirim. La gestión de millones de cadáveres de aves se ha convertido en un desafío logístico y sanitario de primer orden. Aunque el protocolo establece la incineración, la magnitud de la mortandad ha obligado a recurrir a soluciones de emergencia, como el enterramiento en fosas in situ.

El responsable de Greenpeace describe escenas dantescas que ha presenciado en primera persona. "En Madrid hay una granja de unas 400.000 gallinas, y yo mismo vi cómo las estaban enterrando al lado de la explotación, por una cuestión de economía de costes". En Valdemoro, relata, observó una "fosa gigante" donde se vertían los animales con cal viva, "a apenas 600 metros del núcleo poblacional", advirtiendo sobre el riesgo de contaminación de los acuíferos que, según él, "no se está evaluando".
Las costuras del sistema
En este cruce de intereses económicos, sanitarios y ambientales, la gripe aviar ha puesto al descubierto las costuras de un sistema que parecía estable: encarece la proteína más accesible para millones de hogares, genera tensiones entre productores y consumidores, evidencia los límites del etiquetado y reabre el debate sobre el modelo productivo que sostiene la alimentación en España.
Mientras el sector confía en una recuperación progresiva de la oferta, el impacto ya es palpable en los bolsillos, en el territorio y en la confianza del consumidor. La pregunta que queda en el aire no es solo cuándo volverá a bajar el precio del huevo, sino qué lecciones dejará esta crisis sobre cómo producimos, consumimos y protegemos nuestros alimentos frente a las próximas emergencias sanitarias.



