No es la altura: esta es la verdadera razón por la que el café te sabe mal en el avión
¿A ti también te sabe distinto un café dentro del avión? ¿Eres de los que también tacha a su comida de insípida? Si notas que todo lo que pruebas durante el vuelo sabe raro o poco sabroso, no es culpa de la aerolínea, sino de la atmósfera

Me apuesto que te ha pasado más de una vez: un madrugón lleno de nervios por un viaje de lo más deseado hace que te montes al avión sin ningún tipo de alimento o bebida en tu cuerpo, estás a miles de metros de altura, y el cuerpo te pide que le des algo: un café o un snack, lo que sea. Cuando le obedeces, a menudo a regañadientes, pues tal y como sucede en el Ave, el antojo no suele resultar nada económico.

Pese al precio, el hambre te hace pagarlo con gusto. El problema es cuando esas deseadas gominolas, frutos secos o patatas fritas no te resultan sabrosas y te saben a corcho. Que ciertos alimentos te resulten insípidos tiene explicación, al igual que la tiene, que otros sabores que en tierra no te dicen nada —como es el caso del zumo de tomate-—, de repente en las alturas te saben mejor que nunca. ¿Casualidad? Para nada, es ciencia.
¿Por qué todo sabe distinto en un avión?
La explicación se encuentra en un fenómeno fascinante: cómo afectan los cambios de atmósfera del entorno de un avión a nuestro olfato y, por extensión, a nuestro sentido del gusto. Pero, aunque muchas veces no lo notamos, saborear es también una cuestión de oler.

Cuando comemos, solo una parte de lo que identificamos como sabor proviene de las papilas gustativas. El resto es resultado de la olfacción retronasal, es decir, del viaje que hacen las moléculas aromáticas desde la boca hasta la nariz al masticar y tragar. Si dudas de esta conexión, haz la prueba: mastica una gominola con la nariz tapada. Notarás que es dulce, sí, pero no podrás decir de qué sabor se trata… hasta que respires normalmente otra vez.
El curioso efecto de la atmósfera en nuestras papilas gustativas
¿Y qué sucede en el avión? Al volar, entramos en un ambiente radicalmente distinto al de la superficie terrestre. La cabina está presurizada, el aire es extremadamente seco y hay una constante exposición al ruido de los motores. Todo esto afecta a nuestro sistema sensorial: las fosas nasales se resecan, nuestra percepción olfativa disminuye y el gusto se desactiva parcialmente.

De hecho, según la investigadora Laura López-Mascaraque, experta en neurociencia del olor, hasta un 30% de nuestras papilas gustativas pueden “adormecerse” durante el vuelo. El resultado está en sabores más suaves, dulces y salados atenuados, y alimentos que parecen perder intensidad.
El misterio del mal café a bordo
Es una queja común entre los viajeros frecuentes: el café del avión no sabe a nada. Pero no es culpa del café en sí que compra la aerolínea, lo cierto es que las condiciones a bordo lo perjudican enormemente.

A grandes altitudes, la menor humedad y presión, junto con el ruido ambiente, reducen nuestra capacidad para detectar aromas complejos como los del café. Lo que en tierra sería una taza aromática y reconfortante, en el aire puede convertirse en una bebida aguada y sin carácter.
Y lo mismo le ocurre al vino, al chocolate con matices delicados y a otros productos sutiles. La buena noticia es que algunos alimentos sí logran mantener su intensidad… o incluso mejorar.
¿Por qué el zumo de tomate sabe mejor en el aire?
Si hay una bebida que parece ganar puntos en pleno vuelo, es el zumo de tomate. Lo que para muchos es un "no, gracias" en tierra firme, se convierte en una elección popular a bordo. ¿La razón? Su sabor umami.

Este sabor, el llamado "quinto gusto asiático", está asociado a alimentos ricos en glutamato, como el queso curado, el jamón serrano, los champiñones o, por supuesto, el tomate. En el vuelo, el umami se percibe con más claridad porque es menos sensible a las condiciones que apagan otros sabores. Por eso, platos con curry, tomate, especias fuertes o quesos intensos son mucho mejor opción que, por ejemplo, una pechuga a la plancha o un pescado blanco.
El impacto del estrés en cómo percibimos los sabores
A este cóctel de factores físicos se suma otro componente: el estado emocional. Volar, para muchos, genera ansiedad, y el estrés puede modificar por completo nuestra percepción de los olores. Según estudios neurocientíficos, las emociones influyen directamente en cómo interpretamos los estímulos olfativos.

Es decir, si estás nervioso o tenso, un olor neutro puede resultarte desagradable, y uno agradable, apenas perceptible. Esto se debe a que los olores activan directamente regiones del cerebro vinculadas a la memoria y las emociones, como el hipocampo y la amígdala. Así que no es solo tu paladar el que se ve afectado por el vuelo, también tu estado de ánimo altera la experiencia sensorial.
¿Qué deberías comer (o evitar) cuando estás en el aire?
Teniendo en cuenta todo lo anterior, la próxima vez que subas a un avión, piensa bien en tu menú. Evita alimentos suaves o con sabores delicados, pues honestamente te parecerán un auténtico asco. En su lugar, apuesta por recetas con notas potentes, condimentos exóticos o ingredientes ricos en glutamato.
Y si no puedes vivir sin tu ritual cafetero, puede que esta sea la ocasión perfecta para cambiar la taza por una bola de helado: el frío y la dulzura resisten sorprendentemente bien las condiciones del aire de estos cambios de atmósfera. Así que ya lo sabes, la próxima vez que te entre sed o hambre, no culpes a la cocina aérea. Estás viviendo en carne propia, cómo el entorno modifica nuestros sentidos. ¡Tu paladar está en modo avión!