El bar con más solera de Menorca: pomada, dominó y vistas a una bellísima iglesia de Mahón
La capital menorquina todavía conserva algunos bares y restaurantes donde reinan la autenticidad, el público isleño y una calma relativa

Desaparecen, es ley de vida. Ya sea en Menorca o en cualquier ciudad española que resulte atractiva a ojos del turista, cada vez quedan menos comercios con historia, auténticos.
Por suerte, en el corazón de Mahón, en la encrucijada de las calles Hannover (Sa Costa de Sa Plaça), Portal del Mar y el Carrer Nou, frente al Ayuntamiento y con vistas a la bellísima iglesia de Santa María, perdura el bar con más solera de la isla.
El bar con más solera de Menorca
Desde 1854, Es Dineret, que en otro tiempo albergó el casino La Unión, es una de las cafeterías de referencia en Mahón. Cafetería, bar, restaurante y punto de encuentro de los mahoneses.
Como casi todos los cafés, gana encanto en los días lluviosos de otoño e invierno, cuando la tramuntana aprieta, invitándote a buscar refugio en la cálida atmósfera que se crea en su interior, donde los mayores aún juegan al dominó entre copas de anís y alguna que otra pomada. Sin duda, en Es Dineret perdura ese ambiente de antiguo casino de provincias, aunque estemos en una isla del Mediterráneo.
Una terraza con vistas a la iglesia de Santa María
En los días calurosos, su terraza es un hervidero de turistas haciendo una pausa en busca de refrescos. De hecho, para evitar a los jetas que se acomodan en sus sillas mientras degustan deliciosos helados, hay un cartel plastificado que recuerda a los comensales que están en Es Dineret y no en Sa Gelateria de Menorca, que está justo en la esquina de enfrente.
Pero, a s'hora baixa, cuando los turistas se retiran para acicalarse y salir a cenar o regresan a sus yates amarrados en el puerto, siempre vuelve la calma. Mientras el sol se pone en la bella fachada de la iglesia de Santa María. La misma que mandó construir Jaime II de Aragón, hermano y sucesor de Alfonso III, en 1294. La misma fachada gótica por la que entró Barbarroja para saquear la iglesia en 1535. Es un placer sentarse en la última mesa de la terraza, la que da al Portal del Mar, y contemplar el color miel de la misma fachada austera que Mahón atesora desde hace más de siete siglos, sabedora del valioso regalo que ofrece al visitante.
La vida en Mahón
Pasados unos minutos, la atención del visitante salta de la iglesia al ir y venir de los mahoneses y de los turistas, tan distintos los unos de los otros.
Sentado en este mirador con vistas privilegiadas a la vida mahonesa, es inevitable coincidir con Josep Pla. Quizás la ciudad de Mahón no tenga nada de particular, más allá de su inmenso puerto natural, "pero tiene una personalidad difícil de olvidar".